sábado, 17 de agosto de 2019

LA IMPORTANCIA DE LAS ABEJAS.

Los antófilos (Anthophila, gr. ‘que aman las flores’), conocidos comúnmente como abejas, son un grupo de insectos himenópteros, con las alas membranosas; sin ubicación en categoría taxonómica, dentro de la superfamilia Apoidea. Se trata de un linaje monofilético con más de 20. 000 especies conocidas. Las abejas, al igual que las hormigas, evolucionaron a partir de avispas. Los antepasados de las abejas eran miembros de la familia Crabronidae y eran depredadores de insectos. Es posible que las primeras abejas se hayan alimentado del polen que cubría a algunas de sus presas y que, gradualmente, hayan empezado a alimentar a sus crías con polen en vez de insectos. La abeja fósil más antigua conocida (encontrada en ámbar de Birmania y descrita en 2006) pertenece al Cretácico temprano, presenta caracteres muy primitivos que la relacionan con las avispas. Se la denominó Melittosphex burmensis y se calcula que su edad es de alrededor de 100 millones de años.​ Tiene caracteres especializados, apomorfias, típicos de Anthophila o sea de abejas, pero además conserva dos caracteres ancestrales o plesiomorfias de las patas (dos espolones tibiales y un basitarso delgado), estos son caracteres de transición entre las abejas y otros grupos de himenópteros. Otra abeja fósil descubierta en ámbar es Cretotrigona prisca de Nueva Jersey, Estados Unidos; su edad se calcula entre 65 y 75 millones de años, a fines del Cretácico o sea alrededor de 30 millones de años más reciente que Melittosphex burmensis. Es un miembro de la subfamilia Meliponinae en la familia Apidae y es considerada una especie más avanzada evolutivamente. En cuanto a su orígen han surgido nueva información, ya que, se concidera que las abejas de la miel provienen de Asia y no de África. Según un estudio parecen descender de un antiguo linaje que llegó desde Asia, hace unos 300.000 años, y se extendió rápidamente por Europa y África.. Un grupo internacional de científicos ha secuenciado el genoma de 140 abejas de 14 poblaciones distintas y ha constatado un nivel "sorprendentemente alto" en su diversidad genética, así como que la "Apis mellifera" (abeja de la miel), provendría de Asia, contrastando con investigaciones anteriores que sugerían que son originarias de África. Hay muchas más especies que aún no han sido descritas. Se las encuentra en todos los continentes, excepto en la Antártida. Están en todos los hábitats donde hay plantas con flores. Están adaptadas para alimentarse de polen y néctar, usando el primero fundamentalmente como alimento para las larvas y el segundo como material energético. La especie mejor conocida por todos es la abeja doméstica (Apis mellifera), esta especie es un insecto social que vive en enjambres formados por tres clases de individuos: reina, obreras y zánganos; sin embargo, la mayoría de las especies de abejas son solitarias, es decir, que no forman enjambres. Existe también un número de especies semisociales, con capacidad de formar colonias; por ejemplo, los abejorros. Estas colonias no llegan a ser tan grandes ni duraderas como las de la abeja doméstica. La determinación del sexo en las abejas es del tipo haplodipoidía, en que los machos son haploides, con un solo juego de cromosomas, y las hembras diploides con dos juegos de cromosomas. Este hecho produce que las hembras hijas de una misma madre (obreras) compartan una mayor proporción de genes y por tanto predispone a la sociabilidad entre ellas, clave en insectos sociales. Las obreras, no se reproducen pero cuando se ayudan mutuamente en la crianza de sus hermanas están beneficiándose y trasladando buena parte de su carga genética, que comparten, a la próxima generación. Existen varios tipos de abejas (castas): la abeja reina, zánganos y las obreras, cada uno con un papel bien definido dentro de la colmena, donde el individuo no importa, sólo la colmena. Así, una vez nacida, la abeja reina saldrá de la colmena en vuelo nupcial copulando con varios zánganos , el esperma será guardado en unos receptáculos (espermotecas) y será la única vez que sea fecundada; de esta forma, todos los huevos que la reina genere serán fecundados con estos espermatozoides recogidos en este vuelo nupcial (debemos saber que una abeja reina produce del orden de un huevo cada 20 segundos, esto es, produce un orden de 1.500-2.000 huevos/día por una vida fértil de unos 3 año, así que la cantidad es considerable). El huevo es depositado en su celda, y alimentado durante tres días con jalea real, para después ser alimentado durante otros tres días, con una mezcla de jalea real y miel, conocido como pan de abeja, de otra forma, si fuera alimentado solo con jalea real, produciría una abeja reina, tras ello se cierra de celda con una ligera capa de cera y tras 21 días, para el caso de las obreras; tiempo durante el que se producen distintas metamorfosis dentro de la celda de la que luego emerge una abeja. Las obreras, hembras infértiles, pasan por distintas labores a lo largo de su vida, así, podemos observar claramente dos etapas, abejas de interior (los primeros 21 días), que son: limpiadoras, se encargan de mantener la colmena en perfecto estado de higiene, expulsando restos de abejas muertas, residuos varios y limpiando los panales de cera y las obreras nodrizas, que tienen la capacidad de producir jalea real en sus glándulas hipofaringineas para cebar las larvas. Las obreras cereras, que tienen glándulas ceréreas y construyen los panales. Obreras almacenadoras, que reciben el alimento de las abejas pecoreadoras y lo depositan convenientemente en las celdas. Y abejas guardianas, que se encuentran en la piquera, entrada de la colmena, velando porque no entre ninguna abeja ajena a la colmena u otro insecto, y por último, las obreras ventiladoras que generan corriente de aire con sus alas con el doble propósito de enfriar la colmena ,en época de calor o de deshidratar el néctar para convertirlo en miel. La abeja externa, en su segunda fase de desarrollo, es la abeja pecoreadora, la encargada de recolectar el néctar y el polen, para trasladarlo a la colmena después. De esta forma, visitará aquellas flores que detecte son productivas, succionando el néctar y almacenándolo en un deposito llamado “buche melero” para una vez regresada a la colmena la recojan sus compañeras almacenadoras y tras deshidratar este néctar se almacena como miel. Éstas abejas recolectoras tiene a su vez la misión de comunicar a su llegada a la colmena la ubicación y distancia de las mejores flores para la recolección del polen. Éste por su parte, es almacenado en el tercer par de patas donde existe un receptáculo llamado corbícula donde la abeja lo va depositando mediante peines rascadores, que utiliza para limpiar su cuerpo piloso donde se adhieren estos granos. Este polen puede ser recolectado por el apicultor dejando una rejilla en la piquera del diámetro justo para la abeja, pero no suficiente para su carga, así la abeja en su intento de entrar en la colmena, fuerza la entrada, dejando caer su carga de polen en un deposito habilitado al efecto, pudiendo ser recogidos por el apicultor. Los beneficios tanto de la miel como del polen, néctar y propóleos son numeroso; siendo utilizados para tratar diversas dolencias como resfriados, dolores reumáticos; pues también se utiliza el veneno de las abejas en apiterápia; reforzar y vigorizar el organismo, etc. La importancia de las abejas en la polinización de las plantas es fundamental pues, depende de ella en gran medida la producción de la agricultura y la polinización y generación de semillas, fundamental aspecto ecológico en nuestros montes y cultivos. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que, de unas 100 especies de cultivo que proporcionan el 90 % del alimento en el mundo, 71 se polinizan gracias a las abejas. Es sumamente relevante cuidar de las abejas, en la actualidad debidos a pesticidas indiscriminados y al cambio climático, están sufriendo una gran merma de ejemplares y tenemos que tener en cuenta que sin éste extraordinario insecto, nuestro sistema de alimentación no puede existir; por lo tanto la vida tal como la conocemos tampoco. Es tiempo de tomar conciencia de que un ser tan pequeño como la abeja, ocupa un lugar preponderante, de allí también la importancia de plantar en fondos, jardines o balcones para ayudarlas a subsistir.